Cabalgo desde tu recuerdo
cuesta abajo,
hasta la gota última de ausencia,
donde lamento tus calladas ansias.
En tropel me embriago, de conciertos tantos
donde la ilusión tenía tu nombre.
Ya se fue nuestro presente)
Pero sé
que tú también te desgarras
esta hora maldita;
donde no nos alcanzan los adioses
para olvidar los pecados.
Nuestros corazones se han volado
y no volverán a mirarse,
sobre todo con tantas nubes;
… me has llovido todo.
Oigo el piano lento, como moribundo.
Despierta, libérate de esta agonía
impregnada al rocío,
por este hombre derramado;
ah, mirada de viento
no volveré a maldecirte
pero despierta,
corre hambrienta de vida
como tu insaciable entrepierna;
reconoce tus sitios:
la toalla siempre colgada,
tu voz ahogada en besos
que tiñen esta elegía como un vómito de amor;
eslabón mórbido entre el
más allá y el más acá, quédate…
Llega la muerte impacientada
que no es mensajero de perdones, dice,
en algún lugar alguien ha cortado el hilo
de tu alma, sin contar que también es de la mía.
cuesta abajo,
hasta la gota última de ausencia,
donde lamento tus calladas ansias.
En tropel me embriago, de conciertos tantos
donde la ilusión tenía tu nombre.
Ya se fue nuestro presente)
Pero sé
que tú también te desgarras
esta hora maldita;
donde no nos alcanzan los adioses
para olvidar los pecados.
Nuestros corazones se han volado
y no volverán a mirarse,
sobre todo con tantas nubes;
… me has llovido todo.
Oigo el piano lento, como moribundo.
Despierta, libérate de esta agonía
impregnada al rocío,
por este hombre derramado;
ah, mirada de viento
no volveré a maldecirte
pero despierta,
corre hambrienta de vida
como tu insaciable entrepierna;
reconoce tus sitios:
la toalla siempre colgada,
tu voz ahogada en besos
que tiñen esta elegía como un vómito de amor;
eslabón mórbido entre el
más allá y el más acá, quédate…
Llega la muerte impacientada
que no es mensajero de perdones, dice,
en algún lugar alguien ha cortado el hilo
de tu alma, sin contar que también es de la mía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario