lunes, 5 de julio de 2010

Momentos

Él tenía la cabeza rosada, sí rosada; ella añoraba los inviernos de las calles secas, de gente. Cada vez que caminaban los inviernos por las calles secas de gente, ella rodeaba sus pensamientos en las nubes de esas calles tan secas de sueños y de gente.

Ella vivía esperando el día en que dejara de abandonarla tan sutilmente,tan lentamente, como a cuenta gotas. Él disfrutaba la insana perennidad de la agonía en la que envolvía sus féminas ansias. Ella terminó muriendo de amor en el vagón del metro; él buscaba algo que no podía definir, o peor, que sabía que había perdido pero no volvería, como estos segundos que ya no están, para siempre.